Cuero genuino vs Fake: Tomarse un break pa' escoger bien
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Por Daniela Osorio
¿El cuero genuino es tan cruel como lo pintan? Durante mucho tiempo, esta fue una de las preguntas que mas me inquietaba al momento de escoger prendas de cuero o que parecieran cuero. Recuerdo que solo la idea de comprar cuero genuino me llenaba de culpa y de dudas. Esa sensación me llevó, por muchos años, a comprar prendas del famoso ‘cuero vegano’ o cuerotex que con el paso del tiempo y a pesar de mis intentos de reparación, ningún arreglo o intervención resultaba lo suficientemente duradera como para prolongar la vida útil de aquellas prendas que, inevitablemente estaban condenadas a terminar descascaradas y casi deshaciéndose a pedazos.
Haciendo cuentas, puedo decir sin temor a equivocarme que ninguna de esas chaquetas, gabardinas, bolsos, botas o pantalones me acompañaron más de 2 o 3 años y cada vez que tenía que desechar una de esas piezas, volvía a la pregunta: ¿Realmente es una práctica responsable comprar prendas sabiendo que inevitablemente van a terminar en la basura a la vuelta de un par de años? Siempre he intentado resistirme a la obsolescencia programada; recuerdo una y otra vez mandar a reparar la batería de mi celular para no comprar uno nuevo; lentamente fui aplicando esa práctica a otros aspectos de mi vida, incluyendo por supuesto a la ropa que uso, así que encontrarme con la imposibilidad de reparar una prenda de cuerina me llenaba de frustraciones que desembocaban más preguntas que respuestas.
Con el paso de los años, fui heredando piezas de cuero del armario de mi mamá a las que ella les dio palo pero que ya no usaba. Así, mientras mis biker jackets de cuerina se me iban desintegrando poco a poco en mi closet, ingresaban casi que en perfecto estado otras chaquetas de cuero genuino que ella ya tenía incluso antes de tenerme a mí. En medio de esta contradicción interna pensaba en la durabilidad y el impacto a largo plazo de nuestras decisiones de compra, y empecé a entender que la acumulación de ropa desechada en los basureros simbolizan un enorme desafío no solo para las marcas de moda, sino para quienes la consumimos.
¿Si comprar piezas sintéticas me hacía sentir bien, porque según yo, no estaba apoyando la explotación animal y a su vez estaba cuidando del planeta, por qué otra parte de mí me sentía tan mal y tan culpable al tener que deshacerme de ellas? Me costó trabajo entender que la sostenibilidad no es una ecuación o una fórmula inequívoca, y que lo que es sostenible en un contexto puede no serlo en otro, esto me ayudó a ver esta eterna discusión con un ojo más amplio.
Aparentemente, el cuero sintético no apoya la explotación animal, pero esto no significa que necesariamente sea una opción más sostenible. De hecho, los materiales sintéticos como el PVC o el poliéster, comúnmente usados para la fabricación del cuero de imitación, son plásticos derivados de recursos no renovable cuya producción requiere muchísima energía, emitiendo grandes cantidades de dióxido de carbono, pa' colmo de males, como ya lo hablamos, son materiales de muy poca durabilidad. Así que, aunque no provengan de un animal, las piezas hechas de estos materiales contribuyen a la creciente problemática de los residuos plásticos, que permanecen en el medio ambiente durante siglos. Igual no todo es tan desalentador sobre este tema de los cueros no cueros, actualmente, los cueros veganos a base de plátano, mango o piña son alternativas muy prometedoras que, al ser biodegradables, de bajo impacto y que aprovechan residuos agrícolas, representan un paso hacia un futuro más sostenible en la industria textil. Pero no se coma el cuento, la cuerina, no es lo mismo que el cuero vegano.
Y aprovechando que pusimos el tema sobre la mesa de la explotación animal para la fabricación de piezas de cuero genuino, es importante dejar claro que, en muchas ocasiones, el cuero es un subproducto de la industria de la carne y los lácteos. Las pieles de los animales no se producen exclusivamente para ser transformadas en productos de cuero; más bien, forman parte de un ciclo económico muchísimo más amplio. Aquí es donde se pone interesante la vaina: la ganadería es una de las principales fuentes de gases de efecto invernadero, deforestación y otras alteraciones al medioambiente. Así que las afecciones que sufre nuestro ecosistema no siempre radican en esa chaqueta de cuero genuino que nos negamos a comprar.
Pa' mejor decir, sin ánimos de caer en la trampa 'del todo o nada', si la demanda de productos cárnicos y lácteos sigue existiendo, las curtiembres seguirán siendo necesarias para aprovechar estas pieles y evitar que se conviertan en desperdicio. Pero alto ahí, no nos confundamos, esto no aplica para los casos de las pieles de animales exóticos, que son adquiridas de manera ilegal, específicamente por la industria de la moda, para fabricar piezas de uso humano, como artículos de “lujo”. El sacrificio de estos animales para la obtención de sus pieles plantea serias y muy amplias preocupaciones éticas y ambientales que vale la pena ampliar más adelante.
El punto es que nuestras decisiones de compra sí tienen un impacto ambiental y, si bien, como consumidores, hay mucho que no podemos controlar, e incluso el poder decidir sobre nuestras compras es un privilegio en sí mismo, a la larga, el cuestionarnos si invertir nuestro dinero en algo o no, teniendo en cuenta varios criterios como su origen, su manufactura, su durabilidad, su estado final, quién lo hizo o quién estoy apoyando o financiando con nuestro dinero, es un paso hacia un consumo más sensato y menos impulsivo. Repensar nuestros hábitos de compra en un mundo que todo el tiempo nos está exigiendo un consumo masivo, inmediato y hasta irracional, es un acto de valentía.
Al final, no hay un lado A o B de las cosas. Y desaprender nuestros hábitos como consumidores es un camino lleno de contradicciones y dilemas que hacen parte de un proceso de sanación con nuestro entorno, con nosotros mismos, y por ahí derecho, con la moda.